jueves, 16 de agosto de 2012

Todavía me duele.

No lo quiero aceptar. Una hora adelante de la pantalla en blanco para poder escribirlo. Te amo. Amo que seas felíz. Amo que sigas sonriendo. Hacer la vista gorda, superarlo. ¿Quién dijo que se podía? En poco tiempo va a hacer un año que lo intento. Y ya sin tu presencia, sin tus palabras que fueron las mejores sin dudas, sin tus reclamos, acá estoy otra vez, llorando en alma.
Un pececito en mi estómago a diario me dice que tengo que seguir, que no me puedo estancar acá. Una lágrima que no logra salir me recuerda a vos.
Te volví a leer, una y mil veces, lo confieso. Y no logro saber de qué me enamoré. Sos un tipo necio, testarudo, arrogante, ególatra, pelotudo. Te crees que te llevás el mundo por delante, y no. Sólo me llevaste a mi, que todavía estoy pisoteada por vos, sin poder levantarme.
Me acuerdo tu número de teléfono y que la primer reja de tu edificio siempre está abierta. Me acuerdo la prolijidad de tus cosas. Todavía guardo esa imagen, en la que te pedí que te quedes quieto un segundo, que te quería recordar así siempre.
Las lágrimas ya no me salen. Me volviste de piedra, de piedra para el resto, porque para vos sigo siendo la misma tonta. Quedé acá en cuerpo, el alma la tenés vos, en algún rincón de tu habitación donde me hiciste tuya cuando quisiste.
Estoy viva porque  me alimento de vos, de ese amor que le tenés a ella. Ella que se lleva toda mi envidia, envidia por tenerte, por olerte, por escucharte. No tiene la culpa, tampoco yo. Jugaste con las dos, elegiste una.
Los reclamos no me sirven, las palabras sobran. Me gustaría que sepas que ésta tonta todavía te piensa a veces.

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