domingo, 13 de enero de 2013

No es resaca, es amor.

Me senté en el sillón sobre el que había estado acostada desde que la luz del sol entro por la ventana de mi habitación cortándome el sueño. Y fue horrible. Un dolor de cabeza, de esos que la comprimen, de los que sentís cuando te metes muy abajo del agua en la pileta. El gusto a vómito que me bailaba en la garganta. y esa sensación, poco agradable, de querer largar todo lo que está en el estómago, cuando en realidad no hay nada ahí. No era resaca. Y ese fue el momento, cuando las agujas del reloj dejaron de hacer su tic tac, cuando no hubo sonidos, ahí, me sentí infinita. Pero infinita mal. Un infinito eterno que me rodeaba con tus brazos. Lo sentí. Y me llenó. Es amor.

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