martes, 6 de mayo de 2014

Te invito a derrotarme

Me embarco en un instante de sonrisas cómplices, donde las miradas se intercambian. Ese beso que pretende ser un robo, es mi perfecto engaño. Juego el juego de la caricia artera que te recorre, presumida, la espalda. Dejo una lamida vertiginosa e impúdica en la fuente de lo prohibido. Una mordida eficaz. Me atrapan y enredan las ganas de tu dureza de hombre. Cae la defensa de mi tropa ante el resplandor de lo ostentoso y húmedo de tu ataque. Te dejo invadir mi navío y te ofrendo mi embate. Me atraganto de gemidos temblorosos al compás de tu marcha cercana. No soy dueña de lo propio. Soy esclava de tus placeres y participe necesaria. Te quiero integro, generoso de conquistarme. Te quiero como parte de mi carne, dentro, impensable mas cerca, imposible mas inalcanzable. Te quiero en un tiempo sin marcha, cómplice de esta guerra. Guerra que pretendo perder, fascinada por tus armas. Alzo mi bandera blanca en un grito profundo a la sombra de tu oído. Vos apresurás tus tropas para el desembarco. No hay forma mejor de ser vencida que a tu sudor. No hay victoria mejor que hacerte sentir que me derrotaste.
No hay derrota mejor que la que se comparte.

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